Vivimos en una época caracterizada por el reconocimiento de que todas las personas son iguales en valor y merecen ser tratados con respeto, independientemente de su origen y condición. La aceptación de que la dignidad humana  implica que cada persona tiene derecho a desarrollar sus potencialidades y a vivir una vida plena y satisfactoria, no ha sido un valor presente en las comunidades humanas a lo largo del tiempo: la exclusión por aspectos derivados del género, la orientación sexual, el color de la piel, la edad y  las condiciones sociales, cognitivas o motrices, permite sostener la tesis de que se requiere construir entornos políticos, económicos y culturales donde los recursos materiales o inmateriales generen lazos de confianza,  refuercen los niveles de cohesión social y permitan que las personas vivan de manera digna y desarrollen  sus capacidades.

Las aspiraciones mencionadas, no pueden ser impuestas, pero sí pueden ser estimuladas desde los procesos educativos y ello implica generar espacios para promover en los(as) estudiantes la disposición para expandir más allá de las propias circunstancias particulares su inclinación a considerar el bienestar general. En este propósito el concepto de Identidad cuenta con la trayectoria y las categorías analíticas para promover en los(as) estudiantes emociones morales que contribuyan a la formación de entornos democráticos y justos con todos los seres humanos y en general con todo ser vivo. Esto es, formar para la ciudadanía desde la identidad.